Miedo y asco en la España de Franco: los
diarios perdidos del general Latorre Roca
No había
ocurrido antes: un libro saca a la luz los escritos privados de un militar de
alta graduación del Franquismo que además repudiaba la mayoría de los
principios y actuaciones del Régimen.El
Confidencial
6/06/2019
Les presentamos a un
hombre invisible, a un soldado desconocido, a un fantasma. Ascendió en el ejército y en la
administración sin estridencias ni aspavientos, ocupó cargos tan importantes
como poco memorables, vivió en primera persona encrucijadas históricas sin que
nadie reparase en él y hoy, por no tener, no tiene ni una mísera entrada en Wikipedia (tal
vez la logre después de este artículo). Y, sin embargo, mientras pasaba por
allí, veía y callaba, se ocupaba de registrar todos sus quehaceres y pensamientos
en decenas de cuadernos con una prolijidad y franqueza desarbolantes. A fin de
cuentas, no escribía para nadie más que para sí mismo. Y así fue como el
general Rafael Latorre Roca, un hombre del régimen,
combatiente del bando vencedor de la guerra civil
y recompensado después con un jugoso aunque discreto cargo burocrático, dejó
sepultadas en sus diarios las más duras críticas a aquella España
de Franco en blanco y negro. Hasta que alguien los encontró.
Un
día, el profesor de Artes y Humanidades de la UOC Jaume Claret recibió una
llamada de Gonzalo Pontón, entonces al mando del sello
Crítica: "toma un avión y te plantas en Oviedo".
El editor había sido avisado por el catedrático de Salamanca Ricardo Robledo
de que, tras saber de su existencia gracias a unos amigos suyos entre los que
se encontraban familiares de la tercera mujer de Latorre Roca, había podido
hojear los archivos del general y la cosa prometía. "Los herederos fueron
muy generosos", relata Claret a El Confidencial, "pues me permitieron
decidir qué hacer con aquel tesoro. Recuerdo
pasarme la mañana leyendo y mirando, comer con ellos y pedirles permiso para
llevarme a Barcelona el máximo de cuadernos posibles. Me dijeron que sí y
dediqué toda la tarde a seleccionar, a tomar nota de su biblioteca, a escoger
documentación diversa... acabé vaciando completamente mi maleta para hacer
espacio a lo escogido. Y volé hacia casa con el legado de Latorre en mi maleta...
y rogando que no me la hicieran embarcar, pues aquello era demasiado valioso como para confiarlo a la bodega del
avión".
Después
de dar con el tesoro, se impusieron las dudas: ¿qué hacer con él? Claret vaciló entre darle la
voz al protagonista o tomar él las riendas del relato. Al final se decidió por
una fórmula mixta y el resultado aterriza la próxima semana en las librerías
con el título de 'Ganar la guerra, perder la paz: memorias del general Latorre
Roca' (Crítica, 2019). Y cómo avanza el historiador Ángel Viñas en el prólogo
al volumen: "ESTE LIBRO ES UNA JOYA. No exagero. Jamás había oído hablar
del general Rafael Latorre hasta que Jaume me explicó, hace ya tiempo, que
estaba trabajando en unos cuadernos suyos que podríamos denominar 'recuerdos'.
Por lo que me contó me di cuenta inmediatamente de que había encontrado un filón.
Un general del Ejército de la Victoria, integrado en el sistema, con
experiencias varias en la guerra y en la posguerra, que escribía para sí mismo,
no con fines de publicación, que reflexionaba -parte sobre la marcha y luego
con cierto distanciamiento- sobre lo que había visto y vivido, que no perseguía
la fama ni tampoco darse a conocer por lo que iba plasmando en sus cuadernos,
pero que se sinceraba en el papel... Algo así, que yo sepa, no es nada frecuente".
Violencia y corrupción
Los
primeros cuadernos de Rafael Latorre Roca (Zaragoza, 1880-1968) datan del
arranque del siglo XX pero no empiezan a ponerse interesantes hasta los años 20-30,
cuando inicia su ascenso en el escalafón militar, participa en diversas
operaciones bélicas durante la guerra civil española como responsable de una de
las columnas carlistas que desde Pamplona tomaron el País Vasco, se ciñe el fajín de coronel
y, ya en los años oscuros de la posguerra, es designado delegado del Gobierno
en la Confederación Hidrográfica del Duero. ¿Cuál era su lugar en el bestiario
de las heterogéneas tribus que configuraban, muchas veces a la greña, el bando
nacional? Latorre se identificaba como un militar de formación adscrito al arma
de Artillería, con inquietudes político-sociales, afín a la doctrina social de
la iglesia y partidario de un Ejército profesional y apolítico. Su pluma
describe hechos bélicos y políticos, traza los perfiles de los principales
protagonistas, recoge habladurías y opiniones, no habla de oídas y cuenta bien.
Y lo que cuenta no le gusta.
¿Por
qué se mantuvo en el régimen aquel hombre claramente desafecto? ¿Se trataba de
alguien prudente o de un cobarde?
El lector de estos
diarios duda al sopesar el alma de su protagonista. ¿Por qué se mantuvo en el
régimen aquel militar claramente desafecto a sus principios fundacionales que
además despreciaba a la mayoría de sus compañeros? ¿Se trataba de un hombre prudente y lógico o de alguien cómplice y
cobarde? Responde Claret: "Para alguien que defendía la
doctrina social de la Iglesia y el sometimiento del Ejército al poder civil
como remedios para la conflictividad social y el militarismo (espadones,
pronunciamientos...) que habían llevado a España al desastre, supone un
drama acabar apoyando un régimen que quiere solucionar el primer problema
mediante la violencia y la represión, y el segundo a través de una dictadura
militar y una corrupción generalizada. Como intento explicar en las
conclusiones, el diagnóstico de Latorre era correcto y, de hecho, no será hasta
la democracia que ambos entrarán en proceso de solución. Sin embargo, 40 años de franquismo dejarían
su peaje a través de esa violencia y corrupción".
A
continuación, extractamos algunos de los pasajes más interesantes de los diarios del
general Latorre recuperados en 'Ganar la guerra, perder la paz':
Pasajes escogidos
Sobre Azaña
"Una
de las mejores medidas tomadas por Azaña fue la reducción del ejército y la
forma en que lo hizo, y no la 'trituración' como con maledicencia intencionada
se quiso hacer figurar por los perjudicados".
Sobre ejército y política
"Si
la Soberanía Nacional en la plenitud de sus poderes, opta por la forma
republicana, repetimos una vez más, que, a esa forma de Gobierno debe prestar
su acatamiento el Ejército, y si el Gobierno es socialista, como si fuera
ultraconservador, a todos sumisión y respeto absolutos".
Sobre el trabajo
El obrero,
económicamente, vivía mucho mejor durante la República que ahora (...) No es de
extrañar sus ideas extremistas, pero, cuidado con no caer en el absurdo, porque
extremistas, muy extremistas, más extremistas aún eran las ideas, aunque en
sentido contrario, de aquellos capitalistas del siglo pasado y primeros del
actual".
Sobre la Iglesia
"¿Se
ha parado a pensar nuestro moderno, nuevo y actual episcopado el porqué de esta
furia antirreligiosa que ni en la misma Rusia llegó a tales extremos? ¿No sería,
en una gran parte, porque los que se decían cristianos no cumplían con sus
deberes de tales, empezando por no hablar al prójimo como ellos mismos? Porque
he conocido venerables sacerdotes en Jaén, Barcelona, entre otras provincias,
que en plena vesania antirreligiosa y revolucionaria fueron respetados por las
turbas".
Sobre la germanofilia del Régimen
"Desde el
principio mi desacuerdo con la causa alemana fue completo; tanto por no creerla
justa, cuanto porque mi disconformidad con el sistema político, social y
religioso imperante en aquel país era completo; y hasta tal punto estaba en mí
arraigada dicha opinión que al enterarse los que me rodeaban en el cuartel
general (coronel de Ingenieros don Mariano Zorrilla Polanco, tenientes
coroneles de Estado Mayor y Artillería don Agustín Gil Soto y don José Acedo y
Castañeda, entre otros) que no conocía 'Mi lucha' de Hitler, me la dieron a
leer y confieso ingenuamente no pude pasar de las cuatro o cinco primeras
páginas, porque la egolatría, el panteísmo, el racismo y un materialismo
desenfrenado lo invadía todo, no pudiendo comprender cómo personas de
arraigadas creencias religiosas salían reconfortadas, contentas y satisfechas
después de su lectura ya que a mí me infundió temor y discrepancia lo poco que
pude leer, y no podían influir en mi ánimo razones de orden sentimental con que
se trataba de argüirme de la ayuda alemana en nuestra contienda, porque siempre
la vi con disgusto durante la guerra y a través de la paz, al comprobar
cotidianamente que su intervención en todos nuestros asuntos internos,
políticos, económicos, sociales, culturales, militares, deportivos, etc., era
completa por estar en un todo a sus órdenes, ya que parecían estar como en un
país conquistado y mi fiero amor a la independencia nacional me sublevaba".
Sobre la posguerra
"La
pobre gente sigue sin hogar, sin lumbre y escaso y muy caro pan: el famoso
Imperio se ha debido derrumbar y no aparece por parte alguna pues en ningún
momento hemos mendigado tanto como ahora a la vista de tanta miseria como
padecemos; y lo de monje y soldado que se lo pregunten a Fernández Cuesta,
cuando al regreso a España de Italia, donde estaba de embajador, a la caída
estrepitosa y sangrienta del fascismo, llegó aterrorizado (¡vaya un soldado!) a
España ante los trágicos cuadros que había presenciado y el peligro que su vida
había corrido, pidiendo a gritos la disolución de la Falange y el cambio de
régimen"
Sobre la represión
"Hay
en nuestras cárceles y presidios gentes de izquierdas, católicos o no,
monárquicos, republicanos, socialistas, comunistas, etc. (...) ¿qué delito han
cometido todos esos compatriotas nuestros, patriotas como el que más para verse
clasificados como delincuentes? Muy sencillamente, discrepar del régimen
imperante en España".
Sobre la corrupción
"¡Qué
catástrofe no ocurriría hoy si se ordenase, como debiera ordenarse, si el
régimen que padecemos fuera sano y fuerte, una revisión de fortunas de aquellos
Generales que todos conocemos y señalamos con el dedo que antes de nuestra
guerra civil no tenían otros ingresos que su paga o una parte alícuota de
ella!"
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