Házselo escuchar (pero no les censures)
02/03/2017
El autobús de “hazte oír” es una basura financiada por gente que tiene
mucho dinero. Como mil más que nos rodean todos los días y que se zanjan con
violencia contra las mujeres, contra los inmigrantes, contra los antifascistas,
contra los pobres o contra cualquier enemigo que alguien se invente para
compactar su grupo. Creo que se le combate con ideas más fuertes,
movilizando la empatía y los argumentos, sin olvidar, claro, que su capacidad
financiera les hace más peligrosos. Respecto del poder de los poderosos no hay
tiempo de ingenuidades. Silenciarles con cualquier tipo de censura,
paradójicamente nos debilita.
Tenemos razones y argumentos de sobra para demostrar que el mensaje del autobús
es mentira. Tenemos de nuestro lado la ciencia y todo lo que sabemos sobre
ética, biología y cultura. ¿Significa que eso, como alguien ha planteado, que
debe ser legal ir con un autobús diciendo que los moros son sucios o que los
gitanos roban, bajo el argumento de que biológicamente las razas no existen? A
esa gente se les para los pies obligándoles a explicar sus barbaridades,
haciéndoles muy difícil que lancen su mensaje de guerra, poniéndoles enfrente
mucha calle. Convirtiendo en alarma social la presencia de ese autobús, no
mandando a la policía a detenerles. Prohibirles expresar sus ideas basura se
vuelve contra nosotros, los que estamos peleando para superar un sistema
atravesado de desigualdades y poder. Se trata de no ayudarles -como han hecho
los ayuntamientos del PP desde siempre- pero tampoco silenciarles con ninguna
censura. Esos silenciamientos nos silencian. Tenemos mucho más que perder.
Además, es bueno que los venenos que acechan afloren a la superficie. Si
hay gente que piensa como estos homófobos ¿no es mejor saber que están por ahí
reunidos, pagando publicidad, haciendo propaganda silenciosa más allá de la
evidente? Y ya puestos, parece sensato preguntarse por sus vinculaciones
políticas. Porque hazte oír tiene vinculaciones con el PP (aunque en la fase
actual en la que está Cristina Cifuentes estas amistades se convierten en
molestas), como las tiene la Fundación Francisco Franco, el Opus Dei o los
Legionarios de Cristo. Estas ideas están en las revistas caras y exclusivas que
leen algunos sectores y construyen espacios exclusivos donde expresan estas
ideas sin freno. Sin olvidarnos de Francisco Granados, que cobraba un millón de
euros por entregarles suelo para hacer colegios donde nuestros hijos
escucharían todos los días que los niños tienen pito y las niñas vulva. Entre
lecciones de historia donde Lorca nunca fue homosexual o de matemáticas donde
los ricos tienen su propia calculadora.
Hay que permitir que los sinvergüenzas salgan a la superficie. Impedirlo se
vuelve contra la propia exigencia de libertad. Si les prohibimos pasear su
mensaje de odio estamos abriendo la espita para que luego nos sigan prohibiendo
cosas. Y escucharemos hasta la náusea el argumento de que pasó lo mismo con
cualquier descerebrado al que se le prohíba decir lo que piensa.
Celebremos que no hemos olvidado que existen muchas formas de fascismo
social y que nos hemos irritado mucho con esa propaganda de odio. Y no nos
olvidemos de que hay mensajes que se nos cuelan sin darnos cuenta con el café
con leche. Escucho la radio esta mañana y me siento víctima de un preterrorismo
ideológico cuando me dicen que si no hago algo especial el día del padre es que
soy un hijo descarriado y sin alma, aunque lo hagan para venderme lotería. Me
siento insultado cuando escucho propaganda de una empresa de alarmas que
siembra miedo para que cuando nos acostemos pensemos que los ladrones están en
la habitación de al lado y corramos para poner alambres de acero en la
escalera. Me siento humillado cuando un bufete de abogados me ofrece sus
servicios, a cambio de vaya usted a saber qué tasa, porque el Estado no se
encarga de que los bancos nos devuelvan lo que nos han robado con las cláusulas
suelo y demás atracos. Que el autobús nos indigne demuestra salud democrática y
no quiero que nadie gestione con censura el enfado que corresponde a la sociedad.
De lo contrario, nos pasará como los zorros que se acostumbran a comer de los
merenderos y en el invierno se mueren de hambre porque ya no saben cazar.
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