La
prostitución, el eterno tema tabú del Congreso pese a la 'nueva política'
Las asociaciones feministas denuncian el silencio de los partidos políticos
ante una solución definitiva para la situación de las mujeres en prostitución
Madrid
Público
Sandra rodríguez
¿Mujer prostituida o trabajadora sexual? ¿Putero o cliente? ¿Un trabajo
legítimo o violencia de género? El eterno debate del feminismo sobre la
prostitución, mucho más allá del lenguaje. Los partidos políticos continúan sin
establecer medidas para solucionar la situación de las mujeres en
prostitución. Mientras, las asociaciones feministas que dan voz a estas
mujeres se enfrentan con diferentes perspectivas a un mismo objetivo: velar por
los derechos humanos de las prostitutas.
A pesar de manifestar ante diferentes medios su posición contraria a la
legalización de la prostitución, el Partido Popular incluye
únicamente en su programa electoral la penalización de delitos relativos a esta
actividad en casos de menores.
El PSOE, que define a la
prostitución como “violencia de género” y “forma de esclavitud”, defiende
su persecución “aún con el consentimiento de la víctima”, al no considerarlo un
trabajo por no reunir las “condiciones de dignidad y respeto humano que
requiere una actividad laboral”.
A pesar de la clara posición de Izquierda Unida, que señala en
su programa a la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres,
Podemos no ha establecido una postura definida sobre este tema.
El principal problema de la prostitución sigue siendo el mismo: la
estigmatización de las mujeres, la violencia ejercida contra ellas y la
criminalización
En abril de 2015, Ciudadanos propuso legalizar
la prostitución, alegando que con ello se podrían “recaudar hasta 6.000
millones de euros” al año, propuesta que fue rechazada por el resto de partidos. Desde
entonces, la formación naranja incorporó en su programa electoral el diseño de
un plan de atención a la prostitución, en el que fija como objetivo
legalizarla, para que “se ejerza en el marco de derechos y deberes de nuestro
entorno social, sanitario, laboral y económico”.
En el marco de España, donde la prostitución es alegal, hablar de ello no
es tan sencillo como establecer unas posturas abolicionista, regulacionista y
prohibicionista. Todas las asociaciones coinciden en que dentro de la lucha por
los derechos de las prostitutas, igual que en todas las realidades del
feminismo, hay muchos matices.
Pero el principal problema sigue siendo el mismo para todas: la
estigmatización de las mujeres, la violencia ejercida contra ellas y la
criminalización. Paradójicamente, se ha producido un
incremento de las multas a las mujeres desde que
entró en vigor la Ley de Seguridad Ciudadana, en 2013. Esta norma
incluye dos maneras de multar a las mujeres en prostitución: por el art. 37.5
(exhibicionismo obsceno) y por el art. 36.6 (desobediencia a la autoridad).
¿En qué consiste el debate?
Las diferentes posturas, aunque con numerosos matices, dividen a las
partidarias de la legalización, la abolición y la prohibición de la
prostitución.
-Legalización, considerar la prostitución una profesión. Sus defensoras aseguran que
otorgar derechos laborales a las “trabajadoras sexuales” permitirá una garantía
de la protección social de estas mujeres.
-Abolición, erradicar la prostitución a raíz de la demanda. Las abolicionistas
defienden un modelo en el que se penalice al “prostituidor”, otorgando
facilidades a la mujer en situación de prostitución, donde se le garantice una
reinserción laboral y social.
-Prohibición, perseguir la prostitución a través de penalizar al cliente y a la
prostituta.
“Cuando trabajaba en mi piso ganaba
hasta 1.800 euros a la semana; ahora cobro 20 la hora y no puedo trabajar de
otra cosa”
Mónica es una de las incontables mujeres que ocupan las calles de los
polígonos de Madrid. Lleva el abrigo abrochado hasta arriba, cubriéndole parte
de la cara por temor a que alguien la reconozca. La crisis económica y la
escasez de oferta laboral le han llevado a ejercer en el polígono, un
“espantoso” ambiente al que asegura no terminar de acostumbrarse, tras 15 años
recibiendo a hombres en su piso.
"El orgullo y la arrogancia desaparecen cuando se acaba el dinero”,
explica Mónica: “Cuando trabajaba en mi piso podía ganar hasta 1.800 euros a la
semana; ahora cobro 20 euros la hora y no puedo trabajar de otra cosa porque no
tengo estudios en un marco de crisis laboral”.
Garantizarles un puesto en el mercado laboral a estas mujeres, ya sea
mediante la reinserción laboral o la legalización de su situación, es un pilar
fundamental para todas las asociaciones, que luchan de igual manera por los
derechos humanos de las mujeres en situación de prostitución.
Trabajo legítimo o violencia de
género
¿Es la prostitución un trabajo legítimo o susceptible de considerarse
violencia de género? Esta es la brecha más acentuada en el debate
generado entre las feministas en referencia a la prostitución. Todas ellas
velan por los derechos humanos de las mujeres, pero las distintas perspectivas
plantean, inevitablemente, diferentes vías. Mientras una parte reclama las
condiciones laborales de las trabajadoras sexuales, otra reivindica que la
prostitución fomenta la desigualdad entre hombres y mujeres.
Beatriz Gimeno: “Bastaría con humanizar a las personas en prostitución”
La Asociación para la atención integral de mujeres en riesgo social (AIMUR) asegura que “la
venta del cuerpo por horas establece una relación de poder entre el que compra
sobre la persona que –obligada por un tercero o por la necesidad- vende su
cuerpo para dar placer al hombre: una mujer, un ser libre, empoderado,
respetado e igual al hombre, se ve en la situación de que éste le
introduzca el pene por el ano, vagina o boca, por el precio de 30 euros”.
La fundación Genera lucha por que las mujeres que
ejercen la prostitución tengan mayores garantías y mejores condiciones en el
terreno laboral: cumplir con los horarios y los pagos establecidos y evitar que
se les acose en el trabajo y se protejan los derechos sociales.
Por su parte, la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos a
Mujeres (CIMTM) defiende la
abolición como modelo para erradicar la prostitución, considerada por ellas
como “una de las formas más extremas de violencia de género contra las mujeres
y niñas”.
“Bastaría con humanizar a las
personas en prostitución”, recalca la diputada por Podemos Beatriz Gimeno,
que define esta industria como “una escuela de desigualdad, donde el cuerpo de
las mujeres es tierra de conquista”. “¿Qué sexualidad se construye cuando no
hay empatía hacia la otra persona, que se ha cosificado?”, cuestiona Gimeno.
Diferentes perspectivas, un mismo
objetivo
"El debate divide al feminismo y las que salen perdiendo son las
propias mujeres”, recalca la asociación pro-derechos Hetaira: “La mujer que quiera abandonar la prostitución
debe tener vías para hacerlo, pero también hay que escuchar a las mujeres que
reclaman ejercerla en mejores condiciones”.
“No cambiaremos nada sin conseguir que los hombres vean a la prostituta
como una igual”, recalca Gimeno
Hetaira apuesta por una legalización de la prostitución, que tenga el
centro en las trabajadoras sexuales: “Queremos dotar a las mujeres con derechos
laborales para que puedan enfrentarse a los abusos y darles capacidad de
decisión”.
Beatriz Gimeno descarta los términos abolicionista / regulacionista y pasa
a hablar de anti y pro prostitución para definir las distintas posturas.
Gimeno, desde su posición de abolicionismo crítico (porque considera que
algunos argumentos del abolicionismo tradicional han quedado obsoletos),
asegura que “no cambiaremos nada sin conseguir que los hombres vean a la
prostituta como una igual; y entonces no podrán tratarla como lo hacen”.
“Es evidente que la prostitución
sigue cargando con un gran estigma social, cuando un insulto muy común hacia
las mujeres es el de putas”, recalca la CIMTM. “Tú no eres nadie y yo puedo
permitirme pasar por aquí e insultarte: éste es el estigma que recae sobre las
mujeres que ejercen la prostitución”, denuncia una portavoz de Genera.
Hallar una solución común para todas ellas es una utopía, pero es imposible
que exista este debate sin la voz de las implicadas: unas, reivindicando unos
derechos laborales para mejorar las condiciones de su día a día; otras,
víctimas de la precariedad del sistema y de sus propias circunstancias,
pidiendo la reinserción laboral y social. En todos los casos el objetivo es
claro: el empoderamiento de la mujer.
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