La invisible censura franquista que sigue viva en los libros que lees
Muchas de las traducciones de los
clásicos de la literatura actualmente en circulación son aún las versiones
aprobadas por los censores
La tarea más urgente es sensibilizar
a los lectores y al sector cultural respecto a los efectos a largo plazo de la
censura
Jordi Cornellà-Detrell - Profesora titular de Estudios Hispánicos en la
Universidad de Glasgow
23/04/2019
eldiario.es
Hace 80 años que terminó la guerra civil,
un conflicto que sigue generando debate y opiniones encontradas. No hay duda de
que, décadas después de la muerte del general Franco, la dictadura continúa
proyectando una larga sombra sobre la sociedad española. Los aspectos del
pasado aún sin resolver abarcan desde la existencia de cientos de fosas comunes todavía
sin exhumar a la frecuente publicación de libros que fueron censurados durante
la dictadura.
En efecto, pocos lectores son
conscientes del hecho de que uno de los legados más importantes del franquismo
es el impacto continuado de los
libros expurgados hace décadas por los censores, tanto en España como en el
mundo hispanohablante en general. Estos textos manipulados incluyen, por
ejemplo, a autores como Ira Levin, George Orwell, Ian Fleming, Muriel Spark,
Ernest Hemingway, James M. Cain, Bill S. Ballinger, Henry Miller y James
Baldwin.
Muchas de las traducciones de
los clásicos de la literatura actualmente en circulación son aún las versiones
aprobadas por los censores, con frecuencia sin el conocimiento de los editores
ni de los lectores. Este hecho supone un ataque a la libertad de expresión y
debería abordarse de manera urgente, particularmente ahora que Vox amenaza con derogar la Ley de la
Memoria Histórica.
Entre 1936 y 1966, cualquier
libro que se quisiera publicar era inspeccionado por los censores del régimen,
que decidían si el texto se prohibía en su totalidad o podía publicarse con
cortes. En 1966 la consulta se convirtió en
voluntaria, pero las autoridades podían retirar de la circulación cualquier
libro considerado inaceptable, lo que estimuló la autocensura de autores,
editores y traductores.
El régimen reguló de manera
estricta la publicación, traducción y circulación de textos con el fin de
reforzar un conjunto de valores morales, sociales y religiosos conservadores,
promover la uniformidad ideológica y cultural y manipular la historia,
especialmente la memoria de la guerra civil.
La semilla del diablo de Ira Levin, por ejemplo, se encuentra
disponible en más de 20 ediciones distintas (versión electrónica incluida) a
las que les faltan dos largos pasajes. Según los censores, estos fragmentos
glorificaban a Satán y eran poco respetuosos con los valores religiosos. Ve
y dilo en la montaña de James Baldwin sufrió varios cortes que
incluyen referencias a la contracepción y detalles sobre la vida sexual de los
protagonistas. Según el censor, el texto contenía “ya expresiones obscenas, ya
descripciones pornográficas, y, en algún caso, incluso irreverencias”.
Paradójicamente, la publicación de esta novela expurgada contó con el
patrocinio de la UNESCO.
En algunos casos, como
en La Marca de George Orwell y Operación trueno de
Ian Fleming, la versión censurada se ha publicado nuevamente a pesar de que ya
existía una traducción completa.
La consolidación de la democracia no puso fin a la producción, circulación
y lectura de obras censuradas en España. Estos libros con frecuencia fueron
importados a Hispanoamérica, y por lo tanto la censura franquista tuvo también
repercusiones al otro lado del Atlántico.
Por qué la censura no ha terminado
Es Es evidente que el país aún no ha sido capaz de
hacer frente y superar su traumática historia reciente. La Ley
de la Memoria Histórica de 2007 supuso un gran paso adelante que
permitió reexaminar el pasado e inició un debate sobre las consecuencias de la
represión franquista. Esta ley condenó la dictadura e instauró compensaciones
para las víctimas. Desde un punto de vista cultural, la ley promovió la
retirada de estatuas y símbolos públicos que enaltecían la dictadura, pero sin
hacer referencia a otros productos culturales como los libros.
El llamado pacto
del olvido facilitó la transición hacia la democracia, pero entre
otras muchas consecuencias impidió que se desarrollaran estrategias
sistemáticas para prevenir la publicación y lectura de obras censuradas. De
hecho, muchos textos han sido restaurados o traducidos de nuevo, pero estos
esfuerzos muchas veces han pasado desapercibidos.
La censura sigue viva, y la
circulación de textos expurgados podría incluso aumentar en el futuro. El uso
de las nuevas tecnologías y el hecho de que muchos textos de los años 30 y 40
empiecen a pasar al dominio público (y por tanto estén libres de derechos),
hace que sea fácil reeditar versiones digitales o en papel de los clásicos. Los
censores nunca imaginaron que su labor quedaría plasmada en Kindles y tabletas.
En este sentido, la censura es
uno de los legados más persistentes e invisibles del régimen franquista. Su
efecto en España y otros países hispanohablantes es incalculable, ya que
distorsionó las opiniones de centenares de escritores respecto a la guerra civil
o temas sociales como el control de la natalidad, los roles de género y la
homosexualidad, por poner algunos ejemplos.
La cuestión es cómo hacer
frente a este complejo legado, particularmente ahora que Vox ha sugerido
derogar la ley de la Memoria Histórica bajo el pretexto que manipula el pasado.
La tarea más urgente es
sensibilizar a los lectores y al sector cultural respecto a los efectos a largo
plazo de la censura. Esto requeriría el apoyo decidido del gobierno y el
compromiso de instituciones públicas y privadas, desde archivos, bibliotecas y
publicaciones culturales a traductores, escritores y editoriales.
Las nuevas tecnologías que
amenazan con dar nueva vida a la censura podrían servir también para
contrarrestar sus efectos. Una base de datos pública de textos restaurados, por
ejemplo, podría ser una herramienta muy eficaz para dar a conocer nuevas
versiones de textos y asegurar su presencia en librerías y bibliotecas.
El impacto de la dictadura
franquista en la memoria social e histórica de España ha recibido una atención
creciente desde principios de siglo, pero el proceso de reconciliación con el
pasado está lejos de haberse completado. El pacto del olvido ha resultado en
una falta de reflexión sobre ciertos aspectos clave del patrimonio cultural.
Los cambios sociales y culturales son lentos, y el país no se librará de la
sombra arraigada de la censura franquista hasta que este tema sea abordado de
manera pública y decidida. Ahora que la presión en contra de revisitar el
pasado está aumentado, no hay tiempo que perder.
Este artículo fue
publicado originalmente en The
Conversation. Lee el original aquí.
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