La gran
mentira de que Franco creó la Seguridad Social
La
ultraderecha se aferra a falsos mitos para arañar votos en la recta final de la
campaña
Por
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21/04/2019
Diario 16
Corre
últimamente por España una gran mentira (otra más) propagada hábilmente por la
ultraderecha con el único fin de captar el voto de incautos desinformados: que
la Seguridad Social fue un
invento de Franco para llevar
riqueza y prosperidad a los hogares de los sufridos trabajadores españoles.
Nada más lejos de la realidad. El sistema público de cobertura social fue una
conquista que se alcanzó en tiempos del incipiente Estado
liberal, más de medio siglo antes de proclamarse la dictadura
franquista. En concreto, su origen se remonta a las políticas de protección
estatal que empezaron a ponerse en marcha a finales del siglo XIX, precisamente
como consecuencia de las presiones del movimiento obrero y del nacimiento de
los primeros sindicatos.
Fue el Gobierno de José
Posada Herrera el que creó el primer organismo público en 1883, la Comisión
de Reformas Sociales, cuya misión fue estudiar medidas para mejorar la
precaria y lamentable situación por la que atravesaba la clase trabajadora
española. Estábamos en plena restauración borbónica, la revolución industrial
empezaba a causar estragos entre la población explotada y hacía apenas cuatro
años que Pablo Iglesias acababa
de fundar el Partido Socialista Obrero
Español, que empezaba a exigir mejoras en las condiciones laborales de
los españoles. No hace falta decir que los salarios eran miserables, los más
bajos de Europa, que se trabajaba de sol a sol en condiciones esclavistas, que
miles de familias vivían en chozas infectas, que el trabajo infantil era algo
normalizado y que los proletarios no tenían derecho a nada.
A partir de ese momento, tras no pocas huelgas y una
sangrienta represión, se empezaron a ganar las primeras conquistas sociales. En
1900 se creó el primer seguro social, la
Ley de Accidentes de Trabajo; en 1905 se fundó el Instituto de Reformas Sociales y en
1908, con un gobierno conservador presidido por Antonio
Maura, llegaba por fin el Instituto
Nacional de Previsión, un organismo de protección social que continuó
existiendo hasta 1978, cuando se reorganizó su estructura en lo que hoy
conocemos como la Seguridad Social.
El proyecto de 1908 fue elaborado bajo el ministerio de Juan de la Cierva y Peñafiel y las Cortes aprobaron definitivamente la Ley de Creación del Instituto Nacional de
Previsión el 27 de febrero de 1908. Sin duda, esa fue la fecha clave,
ya que todos los historiadores coinciden en que constituyó la primera
institución oficial encargada de la asistencia sanitaria en España. Finalmente,
en 1919 se creó el Retiro Obrero,
y en 1929, el Seguro de Maternidad.
Se empezaban a
poner las bases del Estado de Bienestar y por primera vez hubo un intento de
organizar seriamente la sanidad y la asistencia social en nuestro país. Sin
embargo, el derecho a una cobertura sanitaria y laboral no quedaría blindado
con rango constitucional hasta el año 1931,
cuando la Constitución de la Segunda
República, en su artículo 46, estableció textualmente: “El trabajo, en
sus diversas formas, es una obligación social, y gozará de la protección de las
leyes. La República asegurará a todo trabajador las condiciones necesarias de
una existencia digna. Su legislación social regulará los casos de seguro de
enfermedad, accidentes, paro forzoso, vejez, invalidez y muerte; el trabajo de
las mujeres y de los jóvenes y especialmente la protección a la maternidad; la
jornada de trabajo y el salario mínimo y familiar; las vacaciones anuales
remuneradas; las condiciones del obrero español en el extranjero; las
instituciones de cooperación, la relación económico-jurídica de los factores
que integran la producción; la participación de los obreros en la dirección, la
administración y los beneficios de las empresas, y todo cuanto afecte a la
defensa de los trabajadores”. La República estaba decidida a mejorar las
condiciones de vida de los ciudadanos.
El ministro de
Trabajo, Sanidad y Previsión Social, Joan Lluhí, tenía preparado un
anteproyecto de ley de bases de seguros sociales para los trabajadores, que
finalmente no pudo llegar a tramitarse en las Cortes al producirse el golpe de
Estado de Franco de 1936 que convirtió el país en un inmenso campo de batalla.
Una vez más, los incipientes avances sociales quedaban cercenados por una
derecha involucionista apoyada por una clase militar autoritaria.
Y así es como llegamos a la dictadura
franquista, ese período de “inmensa felicidad y prosperidad”, según la
Fundación Francisco Franco y
los líderes de Vox, el partido
ultraderechista que ahora pretende colarse en el Congreso
de los Diputados manipulando la historia y a fuerza de mentiras. En
1938, en plena Guerra Civil, se
promulgó el Fuero del Trabajo
en el bando nacional. Algunos creen ver en esta regulación el embrión de la
Seguridad Social, pero solo fue el modelo de Franco, un sistema más basado en
el paternalismo y en la beneficencia que en garantizar los derechos reales de
los trabajadores. En ese Fuero se establece que el Estado valora y exalta el
trabajo y lo protegerá con la fuerza de la ley, otorgándole las máximas
consideraciones y constituyéndolo en uno de los más nobles títulos de jerarquía
y honor. En el mismo documento, el Estado se compromete a ampliar los seguros
de vejez, invalidez, enfermedad y paro forzoso.
Hubo que
esperar al año 1945 para que el
Fuero del Trabajo estableciera que “el Estado español garantiza a los trabajadores
la seguridad del amparo en el infortunio y les reconoce el derecho a la
asistencia en los casos de vejez, muerte, enfermedad, maternidad, accidentes
del trabajo, invalidez, paro forzoso y demás riesgos que pueden ser objeto de
seguro social”. Más tarde, en 1963,
se promulga la Ley de Bases de la
Seguridad Social y en 1966
la Ley General de la Seguridad Social. El
sistema se basaba en caducos sistemas de cotización que nada tenían que ver con
los salarios reales de los trabajadores y en la ausencia de revalorizaciones
periódicas. Eran las migajas que el Estado totalitario –dominado por la
derecha, las elites económicas, la aristocracia terrateniente, el Ejército y la
Iglesia– dejaba a la clase obrera.
El sistema fue más propagandístico que otra cosa, hasta
que llegó la democracia y la Constitución
de 1978, cuando se llevó a cabo la reforma de un sistema de Seguridad
Social que había colapsado en los años 70. El artículo
41 de la Carta Magna estableció que “los poderes públicos mantendrán
un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos que garantice
la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de
necesidad, especialmente en caso de desempleo. La asistencia y prestaciones
complementarias serán libres”.
Así que no nos dejemos engañar por los charlatanes
revisionistas de la historia: la Seguridad Social no fue un invento genial del
Caudillo Franco para mejorar la vida de sus súbditos, sino un proceso histórico
inevitable que arrancó a finales del siglo XIX, con las primeras luchas
obreras, y que en sus diferentes modalidades ha llegado hasta nuestros días.
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