ENTREVISTA
Lola
González Ruiz, la mujer que murió en el franquismo, la Transición y la
democracia
02/04/2019
ElConfidencial.com
Tres amigos, dos amores y un mismo
final trágico:
20 de enero de 1969. Enrique Ruano, novio de Lola González Ruiz y
estudiante antifranquista, es custodiado y torturado por tres policías de la
Brigada Político Social en la calle General Mola. Minutos después cae de un
séptimo piso y muere. El régimen dice que se ha suicidado, pero no muestra
ninguna prueba, más allá de un diario manipulado.
24 de enero de 1977. Varios terroristas de extrema derecha entran en el
despacho de abogados laboralista del número 55 de la calle Atocha y empiezan a
disparar. Matan a cinco personas, entre ellas Javier Sauquillo, marido de Lola.
Ella, presente en el despacho y una de las supervivientes, ve cómo él se
desangra e intenta taparle las heridas, sin éxito.
27 de enero de 2015. Lola González Ruiz muere en su casa con 68 años,
sola, por un cáncer de pulmón.
Javier Padilla
(Málaga, 1992) ha escrito 'A finales de enero' una
biografía en la que traza y conecta la vida de estos tres militantes
antifranquistas. El libro ha ganado el XXXI premio Comillas de la editorial
Tusquets por aunar "de forma magistral episodios del pasado político de
España, las victorias y frustraciones de la Transición con el trágico destino
personal de tres destacados activistas contra la dictadura", según el
jurado.
El joven
Padilla narra con peripecia un triángulo amoroso de estudiantes universitarios
que se politizó, compartió las mismas lecturas y luchó por las mismas causas.
Esta historia señala una paradoja conmovedora y triste: la vida de estos tres
jóvenes se fue apagando mientras España se despertaba de una pesadilla que
había durado cuarenta años.
P. Dices que
Lola perdió su vida tres veces. ¿Cuál crees que fue la más trágica?
R. La de
Javier Sauquillo en los atentados de Atocha. A ella le entró una bala en la
garganta y quedó traumatizada para el resto de su vida. No perdió la
consciencia y vio como Javier perdía la vida mientras intentaba tapar sus
heridas y se desangraba. Fue un momento terrible. Acabó definitivamente con
ella. Decía: "Me han matado a mi marido a mi lado", como si le
hubieran matado a ella.
P. Tu libro
habla de la historia de amor más trágica de la Transición. Pero también es
triste por las ambiciones ideológicas de Lola. Nunca creyó en la Transición.
R. La vida
de los tres protagonistas del libro va acabando a medida que el país mejora en
estándares democráticos. Lola nunca defendió una democracia representativa
liberal ni Enrique ni Javier. Es cierto que no se sabe qué hubieran pensado si
hubieran sobrevivido. Ellos luchaban por una cosa muy distinta a lo que luego
pasó. Luchaban contra el franquismo, pero no para instaurar una democracia
liberal representativa.
P. El libro
empieza con el escrache a un intelectual liberal francés en Madrid.
Ella no hizo
nada para merecer lo que ocurrió. Tampoco se arriesgó en particular. Le tocaron
unos acontecimientos terribles simplemente por ser antifranquista
R. La
izquierda revolucionaria de Mayo del 68 entendía que el capitalismo era
equivalente al fascismo. No hacían ningún tipo de distinción. Estados Unidos
era como los nazis. No tenían ningún ánimo de establecer en España ninguna
democracia capitalista.
P. Los
amigos de su generación sí que tendieron hacia el pragmatismo. Muchos, cuando
empezaron a trabajar, moderaron su discurso. ¿Crees que la evolución de tu vida
te modera?
R. No lo sé.
Dependiendo de los personajes del libro hay distintas formas de cambiar a lo
largo del tiempo. Muchas de las personas que entraron en el FLP (Frente de
Liberación Popular) y que en el 1968 estaban quemando contenedores o tirando
cócteles molotov a los tres años estaban trabajando en un despacho laboralista.
A lo mejor ya eran socialistas. Diez años más tarde eran diputados del PSOE.
P. Sorprende
la cita de Lola: "Me resigno a decir que soy una víctima de Atocha, aunque
yo misma me rebelo contra eso [...] Fue una inutilidad, fue una gran desgracia
que aceleró el proceso. Esa es mi gran desgracia, que por qué tengo que estar
yo en medio siempre para que se aceleren las cosas. ¿Comprende? Yo no me siento
una heroína, soy una víctima".
R. La
historia de Lola contrasta mucho con la historia de Manuela Carmena o Cristina
Almeida. Dentro de que sufrieron y lucharon mucho, ellas comprendieron que todo
mereció la pena. Cuando les preguntan, ellas recuerdan la lucha contra el
franquismo de forma positiva. Sin embargo, con la vida de Lola pienso que no
mereció la pena. No le gustaba el régimen que se había instaurado y, sobre
todo, le habían destrozado su vida. El tema ideológico era clave. Ella no se
sentía a gusto con la Transición. Pero el tema más importante en su caso no es
el ideológico, sino el personal. Le dieron un disparo en la garganta y mataron
a sus parejas.
P. Dices que
las figuras de estos tres militantes antifranquistas han sido utilizadas
políticamente. ¿Cómo y por qué?
La izquierda
revolucionaria de Mayo del 68 entendía que el capitalismo era equivalente al
fascismo. No hacían ningún tipo de distinción
R. Ha habido
ocasiones en el que se les ha instrumentalizado. A veces es lógico que se les
haga homenajes. Sin embargo, en otras ocasiones se ha usado a Enrique Ruano
para defender cosas que él no pudo defender. No le dio tiempo. Con Javier
Sauquillo pasó lo mismo. Se hace uso de su figura de forma irrespetuosa, ¿Por
qué? No tanto para reivindicar la figura per se sino para reivindicar un
discurso político.
P. Criticas
que algunos escritores de izquierdas han usado a estos personajes y han
"querido convencernos de que la Transición fue una estafa y de que
seguimos en una especie de franquismo tutelado".
R. Es muy
injusto porque se habla de eso como si la gente que luchara por algunas cosas
ahora fuera lo mismo que ser antifranquista en el pasado. Ese discurso es
propio del fraude intelectual.
P. En los
últimos años se ha hecho una revisión crítica de la Transición por parte de un
sector específico de la izquierda. ¿Se puede hacer lo mismo con el activismo
contra el franquismo? ¿Se podía haber hecho algo más contra la dictadura?
R. No lo sé.
Más cosas seguro, pero quizá en el exilio. Me parece una buena pregunta, pero
es para un historiador. ¿No? Lola y Javier estaban haciendo todo lo posible.
Pero la sociedad española era mayoritariamente franquista. Y pese a las
revueltas en la universidad, la mayoría de los estudiantes no hacían nada.
Había un franquismo sociológico: gente que se sentía conforme con la dictadura
y que luego se sintió conforme con la democracia. Luego no sé cómo se han
reformado a sí mismos, pero desde luego tienen una contradicción interna muy
grande. También la tienen los revolucionarios de izquierdas que acabaron en el
PSOE. Casi todo el mundo desde finales de los sesenta a principios de los 80
tuvo una experiencia similar respecto a lo que se contaban a sí mismos a nivel
ideológico.
P.
¿Hipocresía sana?
R. No creo
ni que sea hipocresía. Había mucha gente que pensaba que era demócrata y no lo
veía contradictorio con la dictadura. O conformes con Cuba. A veces el devenir
del tiempo cambia tus opiniones sin que te des cuenta.
P. Lola fue
la excepción de la sociedad española. También pasaría en una mínima parte de la
extrema derecha.
R. Dentro de
la izquierda hubo una mínima parte que no se reconvirtió y se quedó igual.
Jaime Pastor o Manuel Gali estuvieron en la LCR y ahora han estado en la parte
Anticapitalistas de Podemos. Hay gente que ha continuado siendo coherente. Y
eso no habla bien de ellos necesariamente. Por ejemplo, en la extrema derecha
también ha habido gente muy coherente.
P. Para
Lola, Santiago Carrillo representaba la traición de la izquierda.
R. Tenía una
imagen muy mala de Carrillo, desde siempre. Pero también era por cuestiones
personales. Consideraba que el liderazgo del PCE era mesiánico, burocrático y
lo elegía todo. A ella no le gustaba nada el eurocomunismo, estaba en contra de
ese tipo de reconciliación. Por matizar, Lola siguió siendo del PCE, era
crítica pero fiel al partido.
P. Dices que
es normal tener nostalgia de aquella época y enamorarte en 1968, pero que
ningún joven lo cambiaría por un Erasmus o la libertad sexual de ahora.
R. No me
cambiaría pero sí hubo momentos muy únicos. Muy irrepetibles. En total, el
sumatorio de ganancias y pérdidas provoca que sea mejor ser un estudiante en
2010. Pero estar en Madrid en la Complutense en el 68 podría ser muy
interesante y divertido. Politizarse de esa manera daba lugar a una gran
cantidad de experiencias que merecían la pena. Otra cosa es que la sociedad en
el fondo era peor. España era una burbuja de la que era imposible salir.
P. Tu
generación sí se ha politizado por el 15M.
R. Sí, pero
no creo que el 15M haya dado lugar a momentos tan interesantes a nivel de
experiencia. En todo caso todo esto viene muy mediado por el hecho de ser
joven. La gente mayor recuerda muy bien esa época porque eran jóvenes, llevaban
a cabo aventuras, actividades revolucionarias y antifranquistas. Todo eso
mientras se enamoraban, se lo pasaban bien y descubrían la música, el cine, el
sexo y la literatura. Así parece una época maravillosa para todo el mundo. El
15M también habrá mejorado la experiencia universitaria, pero no creo que sea
equiparable. Parece que estoy defendiendo la figura del rebelde como una persona
feliz. No creo que sea así, pero a veces meterte en aventuras, siendo tan joven
y aunque sean un poco disparatadas, puede dar lugar a que tu vida tenga más
matices y sea más interesante.
P. 'A
finales de enero' es un libro sobre la juventud.
R. En el libro
pasa un poco como en la 'Montaña Mágica' de Thomas Mann. Al principio es muy
minucioso. Cada mes que pasa cronológicamente el libro se detiene mucho. Poco a
poco, a medida que va a avanzando el tiempo, el libro se hace más corto. Al 68
le dedica muchas páginas, pero a conforme va pasando el tiempo hay menos. Como
si la vida perdiera cierta intensidad cuando alguien se va a haciendo mayor. Y
en el libro ocurre. La vida de Lola va perdiendo intensidad. A medida que el
libro avanza es menos minucioso y desde mi punto de vista menos interesante.
P. La
juventud parece que condiciona mucho tu vida. Sobre todo cuando tienes unas
experiencias vitales tan fuertes.
R.
Condiciona mucho y da la impresión falsa de que ha pasado más tiempo. De los 18
a los 23 parece que estuviste más tiempo vivo que de los 23 a los 28. Como si
fuera un tiempo más dilatado, provechoso y denso. Después, el tiempo es igual y
no es tan fácil de distinguir. Es menos fácil de categorizar o de ubicar. Creo
que los años se acaban confundiendo cuando empiezas un trabajo estable.
P. Enrique
Ruano, pese a que estaba con Lola, estaba muy frustrado con su amigo Javier
Sauquillo.
Una víctima
no es directamente una buena persona
R. A Enrique
Ruano le ha pasado lo mismo que a muchos jóvenes. Lo que pasa es que se da la
circunstancia de que le mataron y las notas de Enrique a su psiquiatra salieron
a la luz. Y además que eso fue con Javier, el posterior marido de Lola. Eso da
un toque trágico a la historia. Pero hay que tener en cuenta cómo eran los jóvenes
en las organizaciones clandestinas. Eran muy intensas y era habitual que la
gente se enamoraba. No se distinguía entre actividades culturales, políticas o
personales. Que Lola y Enrique acabaran juntos siendo tan guapos y atractivos
resulta bastante normal. Pero que Enrique tuviera celos de Javier resulta
extraño porque Enrique estaba con Lola. Se entiende porque Javier era una
persona que leía y sabía mucho. Sabía mucho de marxismo. Había una especie de
competición de la que Javier salía casi siempre victorioso. Enrique poco a
poco, no solo por Javier, se fue viendo superado, y acabó cayendo en una
especie de depresión matizada. Los dos se admiraban, se querían y eran muy
amigos. Javier lo pasó mal con la muerte de Enrique.
P. Escribes
que la dignidad de las víctimas no se restituirá convirtiéndolas en mártires.
R. Una
víctima no es directamente una buena persona. Ni Enrique, ni Javier ni Lola
fueron malas personas, pero por mucho que sus muertes fueran tan desafortunadas
eso no les convierte en nada más allá que lo que ellos fueron. El respeto por
ellos pasa por contar la verdad y no hacer mitificaciones.
P. ¿En qué
momento te das cuenta de que los tres mueren a finales de enero? ¿Cómo han sido
siempre los finales de enero de Lola?
R. El título
del libro me lo propuso Sergio Suárez. Fue un año después de empezar con el
proyecto. No solo los tres habían muerto a finales de enero, sino que también
me habían contado que Lola lo pasaba fatal cada vez que la fecha se acercaba.
Empezaba a vomitar, prefería estar sola, estaba en una depresión continua, no
quería hablar con nadie, se ponía a llorar, se apartaba en el sofá... Los
finales de enero para Lola fueron muy trágicos. Que muriera un final de enero
no parece casualidad. Quizá sí.
P. ¿Qué
papel tuvieron los abogados laboralistas durante esos años?
R. Lola y
Javier empezaron siendo abogados laboralistas pero poco a poco se dedicaron al
movimiento vecinal. Lola fue una de las pioneras. Dentro de la célula de
abogados laboralistas del PCE estaba Manuela Carmena. Los abogados laboralistas
tenían una triple función: por un lado representaban a los trabajadores, pero
también eran líderes políticos. Y, por último, también tenían una labor interna
dentro del PCE. Eran figuras curiosas. También es cierto que se ha mitificado
la figura y en que la manera en que lo recuerdan ellos siempre es maravillosa.
Seguramente no lo fuera tanto, pero era meritorio.
P. ¿Era
normal que en el Frente de Liberación Popular hubiera mujeres?
R. Había muy
pocas. Lola, durante un tiempo, fue la única mujer dentro de su entorno. Creo
que Marta Bizcarrondo estuvo. El tema de la mujer en el antifranquismo... había
mujeres como Pilar Brabo, Manuela Carmena, Cristina Almeida, Paquita Sauquillo...
sí tenían responsabilidades, pero la mayoría de mujeres estaban relegadas a un
segundo plano en los movimientos antifranquistas.
P. En el atentado
de Atocha, Lola era la única víctima mujer.
R. Lola fue
la única mujer en muchas circunstancias, tanto en su célula del FLP como en el
PCE. Eso determinó muchas cosas. Era muy meritorio que una mujer estuviera ahí,
y seguramente respondía a una mujer con una personalidad fuerte porque el
entorno era sobre todo masculino.
P. ¿Qué
referencias has tomado para escribir este libro?
R. Me fijé
mucho en los anteriores premios Comillas, como Jordi Amat. También en autores
anglosajones y en la manera en la que escriben biografías, como Paul Preston o
Tony Judt, aunque mi historia es muy diferente a la suya. No digo que haya
hecho nada parecido, por supuesto. Mi libro no es tanto de un historiador sino
de un periodista. Es un libro que quiere ser riguroso pero no pretende ser
académico ni tiene ninguna tesis de fondo. Huye de eso. No quiero explicar nada
de la Transición, simplemente contar la historia de unos personajes.
P. Tú no
eres historiador, pero la gran mayoría de ganadores del Comillas sí. ¿Qué crees
que has podido aportar?
R. Una de
las ventajas que tiene el libro es que carece de ideas preconcebidas como
podían tener los historiadores acerca del tema. Otra es la distancia que da la
edad. Lo más habitual es que este libro lo hubiera escribo alguien que hubiera
conocido a los protagonistas. Que sea alguien joven y con tanta distancia a los
hechos pero que ha conocido a esta generación creo que aporta cierto valor al
libro. Al finales de enero es un libro sobre la juventud que lo escribe alguien
joven.
P.
¿Consideras que tienen que pasar ciertos años para escribir de una época o de
unos personajes?
R. Sí. De
eso habla mucho Tony Judt en 'Posguerra'. Todas las incomodidades que produce
eso pero hasta cierto punto sea necesario. Creo que está bien que se hable y no
hay ningún momento para no hacerlo. Quizá en los ochenta no era el momento, más
que nada por las consecuencias prácticas. Habría que diferenciar entre lo que
debe hacerse teóricamente, que es sin duda saber la verdad siempre, a lo que
prescriptivamente en un momento dado puede hacerse de manera realista. ¿Ahora?
Deberíamos hablar de todo. No debería ser un problema para ningún demócrata que
la figura de algún político que se ha idealizado pues caiga de ese pedestal.
P. ¿En quién
piensas?
R. En Fraga,
por supuesto.
P. Parece
una especie de tercera vía en el debate sobre la Transición.
El libro es
muy crítico con algunas personas de la Transición. De hecho, es una historia
triste, no reivindica la Transición. Pero sin embargo, a nivel personal, la Transición
no fue ningún fracaso
R. Mi libro
no va de eso, pero es una consecuencia inevitable. El libro es muy crítico con
algunas personas de la Transición. De hecho, es una historia triste, no
reivindica la Transición. Pero sin embargo, a nivel personal, la Transición no
fue ningún fracaso. Por eso sí que se crea una tercera vía. Es algo que ha
surgido a través del libro, pero yo no pretendía demostrarlo. Pero pensándolo
fría y racionalmente, es lógico que ocurra. Hay que ser muy inocente para
pensar que la Transición fue un camino de rosas y que la historia de consensos
pasó sin ningún problema viendo los datos de los asesinatos tanto de la extrema
derecha como sobre todo de la extrema izquierda de ETA. Y en general por ver
cómo son los procesos históricos, que son muy complicados y complejos. También
me parece una visión manquea y estúpida pensar que la Transición fue un fraude.
Teniendo en cuenta los resultados que ha habido. Un español de hoy vive en una
sociedad mucho mejor que la de hace 40 años.
P. En el
libro enfrentas dos tipos de héroes: Javier y Enrique que mueren jóvenes frente
a Lola, que fallece mayor. ¿Por qué el héroe siempre es joven?
R. Es una
buena pregunta. Tiene que ver con la concepción del tiempo de nuevo. Cuando se
muere joven, todo es esplendor. Y cuando se muere normal, como decía Baltasar
Gracián, llegar a puerto no tiene ninguna épica. Si mueres joven todo cambia.
Lo que pasa es que Lola, a pesar de morir mayor, murió joven. Le quitaron todas
sus esperanzas. Le desbarataron sus sueños, como ella misma decía. La muerte de
Lola fue trágica, triste y solitaria. Tras los atentados de Atocha, se
convirtió en un mito, pero después decayó. Es muy difícil considerar un héroe a
alguien así. Es mucho más fácil ver a un héroe con 21 años, todo lleno de
ilusiones, de energía y muy guapo.
P. ¿Fue Lola
una víctima de la Transición?
R. Quizá sea
la víctima. Hay más. Pero fue una víctima de un tiempo. Ella no hizo nada para
merecer lo que ocurrió. Tampoco se arriesgó en particular. Le tocaron unos
acontecimientos terribles simplemente por ser antifranquista y porque había
gente que, en el caso de Atocha, unos matones decidieron acabar con sus vidas.
Eran cosas menores, muy parecidas a las que cualquier joven puede hacer hoy sin
que le pase nada.
P. A veces
uno nunca sabe si estamos aquí gracias a gente como Lola o su lucha no sirvió
para nada.
R. Bueno, no
sería tan tajante. Contribuyeron a la liberalización de las costumbres y
pusieron en cierto modo al régimen contra las cuerdas. Además, el PCE tuvo un
papel relativamente positivo en la Transición. El tema de Atocha sí que parece
que contribuyó a que el PCE se legalizara. Pero no, no estamos aquí gracias a
Lola. Si tuviera que decir cómo se puede recordar a Lola, sería así: fue una
mujer que luchó contra el franquismo, fue valiente y tuvo una vida muy
desgraciada.
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