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sábado, 6 de abril de 2019

Lola, la mujer que perdió la vida tres veces, en el franquismo.


ENTREVISTA

Lola González Ruiz, la mujer que murió en el franquismo, la Transición y la democracia

·         Carlos Barragán

02/04/2019

ElConfidencial.com


Tres amigos, dos amores y un mismo final trágico:

20 de enero de 1969. Enrique Ruano, novio de Lola González Ruiz y estudiante antifranquista, es custodiado y torturado por tres policías de la Brigada Político Social en la calle General Mola. Minutos después cae de un séptimo piso y muere. El régimen dice que se ha suicidado, pero no muestra ninguna prueba, más allá de un diario manipulado.

24 de enero de 1977. Varios terroristas de extrema derecha entran en el despacho de abogados laboralista del número 55 de la calle Atocha y empiezan a disparar. Matan a cinco personas, entre ellas Javier Sauquillo, marido de Lola. Ella, presente en el despacho y una de las supervivientes, ve cómo él se desangra e intenta taparle las heridas, sin éxito.

27 de enero de 2015. Lola González Ruiz muere en su casa con 68 años, sola, por un cáncer de pulmón.

Javier Padilla (Málaga, 1992) ha escrito 'A finales de enero' una biografía en la que traza y conecta la vida de estos tres militantes antifranquistas. El libro ha ganado el XXXI premio Comillas de la editorial Tusquets por aunar "de forma magistral episodios del pasado político de España, las victorias y frustraciones de la Transición con el trágico destino personal de tres destacados activistas contra la dictadura", según el jurado.

El joven Padilla narra con peripecia un triángulo amoroso de estudiantes universitarios que se politizó, compartió las mismas lecturas y luchó por las mismas causas. Esta historia señala una paradoja conmovedora y triste: la vida de estos tres jóvenes se fue apagando mientras España se despertaba de una pesadilla que había durado cuarenta años.

P. Dices que Lola perdió su vida tres veces. ¿Cuál crees que fue la más trágica?

R. La de Javier Sauquillo en los atentados de Atocha. A ella le entró una bala en la garganta y quedó traumatizada para el resto de su vida. No perdió la consciencia y vio como Javier perdía la vida mientras intentaba tapar sus heridas y se desangraba. Fue un momento terrible. Acabó definitivamente con ella. Decía: "Me han matado a mi marido a mi lado", como si le hubieran matado a ella.

P. Tu libro habla de la historia de amor más trágica de la Transición. Pero también es triste por las ambiciones ideológicas de Lola. Nunca creyó en la Transición.

R. La vida de los tres protagonistas del libro va acabando a medida que el país mejora en estándares democráticos. Lola nunca defendió una democracia representativa liberal ni Enrique ni Javier. Es cierto que no se sabe qué hubieran pensado si hubieran sobrevivido. Ellos luchaban por una cosa muy distinta a lo que luego pasó. Luchaban contra el franquismo, pero no para instaurar una democracia liberal representativa.

P. El libro empieza con el escrache a un intelectual liberal francés en Madrid.

Ella no hizo nada para merecer lo que ocurrió. Tampoco se arriesgó en particular. Le tocaron unos acontecimientos terribles simplemente por ser antifranquista

R. La izquierda revolucionaria de Mayo del 68 entendía que el capitalismo era equivalente al fascismo. No hacían ningún tipo de distinción. Estados Unidos era como los nazis. No tenían ningún ánimo de establecer en España ninguna democracia capitalista.

P. Los amigos de su generación sí que tendieron hacia el pragmatismo. Muchos, cuando empezaron a trabajar, moderaron su discurso. ¿Crees que la evolución de tu vida te modera?

R. No lo sé. Dependiendo de los personajes del libro hay distintas formas de cambiar a lo largo del tiempo. Muchas de las personas que entraron en el FLP (Frente de Liberación Popular) y que en el 1968 estaban quemando contenedores o tirando cócteles molotov a los tres años estaban trabajando en un despacho laboralista. A lo mejor ya eran socialistas. Diez años más tarde eran diputados del PSOE.

P. Sorprende la cita de Lola: "Me resigno a decir que soy una víctima de Atocha, aunque yo misma me rebelo contra eso [...] Fue una inutilidad, fue una gran desgracia que aceleró el proceso. Esa es mi gran desgracia, que por qué tengo que estar yo en medio siempre para que se aceleren las cosas. ¿Comprende? Yo no me siento una heroína, soy una víctima".

R. La historia de Lola contrasta mucho con la historia de Manuela Carmena o Cristina Almeida. Dentro de que sufrieron y lucharon mucho, ellas comprendieron que todo mereció la pena. Cuando les preguntan, ellas recuerdan la lucha contra el franquismo de forma positiva. Sin embargo, con la vida de Lola pienso que no mereció la pena. No le gustaba el régimen que se había instaurado y, sobre todo, le habían destrozado su vida. El tema ideológico era clave. Ella no se sentía a gusto con la Transición. Pero el tema más importante en su caso no es el ideológico, sino el personal. Le dieron un disparo en la garganta y mataron a sus parejas.

P. Dices que las figuras de estos tres militantes antifranquistas han sido utilizadas políticamente. ¿Cómo y por qué?

La izquierda revolucionaria de Mayo del 68 entendía que el capitalismo era equivalente al fascismo. No hacían ningún tipo de distinción

R. Ha habido ocasiones en el que se les ha instrumentalizado. A veces es lógico que se les haga homenajes. Sin embargo, en otras ocasiones se ha usado a Enrique Ruano para defender cosas que él no pudo defender. No le dio tiempo. Con Javier Sauquillo pasó lo mismo. Se hace uso de su figura de forma irrespetuosa, ¿Por qué? No tanto para reivindicar la figura per se sino para reivindicar un discurso político.

P. Criticas que algunos escritores de izquierdas han usado a estos personajes y han "querido convencernos de que la Transición fue una estafa y de que seguimos en una especie de franquismo tutelado".

R. Es muy injusto porque se habla de eso como si la gente que luchara por algunas cosas ahora fuera lo mismo que ser antifranquista en el pasado. Ese discurso es propio del fraude intelectual.

P. En los últimos años se ha hecho una revisión crítica de la Transición por parte de un sector específico de la izquierda. ¿Se puede hacer lo mismo con el activismo contra el franquismo? ¿Se podía haber hecho algo más contra la dictadura?

R. No lo sé. Más cosas seguro, pero quizá en el exilio. Me parece una buena pregunta, pero es para un historiador. ¿No? Lola y Javier estaban haciendo todo lo posible. Pero la sociedad española era mayoritariamente franquista. Y pese a las revueltas en la universidad, la mayoría de los estudiantes no hacían nada. Había un franquismo sociológico: gente que se sentía conforme con la dictadura y que luego se sintió conforme con la democracia. Luego no sé cómo se han reformado a sí mismos, pero desde luego tienen una contradicción interna muy grande. También la tienen los revolucionarios de izquierdas que acabaron en el PSOE. Casi todo el mundo desde finales de los sesenta a principios de los 80 tuvo una experiencia similar respecto a lo que se contaban a sí mismos a nivel ideológico.

P. ¿Hipocresía sana?

R. No creo ni que sea hipocresía. Había mucha gente que pensaba que era demócrata y no lo veía contradictorio con la dictadura. O conformes con Cuba. A veces el devenir del tiempo cambia tus opiniones sin que te des cuenta.

P. Lola fue la excepción de la sociedad española. También pasaría en una mínima parte de la extrema derecha.

R. Dentro de la izquierda hubo una mínima parte que no se reconvirtió y se quedó igual. Jaime Pastor o Manuel Gali estuvieron en la LCR y ahora han estado en la parte Anticapitalistas de Podemos. Hay gente que ha continuado siendo coherente. Y eso no habla bien de ellos necesariamente. Por ejemplo, en la extrema derecha también ha habido gente muy coherente.

P. Para Lola, Santiago Carrillo representaba la traición de la izquierda.

R. Tenía una imagen muy mala de Carrillo, desde siempre. Pero también era por cuestiones personales. Consideraba que el liderazgo del PCE era mesiánico, burocrático y lo elegía todo. A ella no le gustaba nada el eurocomunismo, estaba en contra de ese tipo de reconciliación. Por matizar, Lola siguió siendo del PCE, era crítica pero fiel al partido.

P. Dices que es normal tener nostalgia de aquella época y enamorarte en 1968, pero que ningún joven lo cambiaría por un Erasmus o la libertad sexual de ahora.

R. No me cambiaría pero sí hubo momentos muy únicos. Muy irrepetibles. En total, el sumatorio de ganancias y pérdidas provoca que sea mejor ser un estudiante en 2010. Pero estar en Madrid en la Complutense en el 68 podría ser muy interesante y divertido. Politizarse de esa manera daba lugar a una gran cantidad de experiencias que merecían la pena. Otra cosa es que la sociedad en el fondo era peor. España era una burbuja de la que era imposible salir.

P. Tu generación sí se ha politizado por el 15M.

R. Sí, pero no creo que el 15M haya dado lugar a momentos tan interesantes a nivel de experiencia. En todo caso todo esto viene muy mediado por el hecho de ser joven. La gente mayor recuerda muy bien esa época porque eran jóvenes, llevaban a cabo aventuras, actividades revolucionarias y antifranquistas. Todo eso mientras se enamoraban, se lo pasaban bien y descubrían la música, el cine, el sexo y la literatura. Así parece una época maravillosa para todo el mundo. El 15M también habrá mejorado la experiencia universitaria, pero no creo que sea equiparable. Parece que estoy defendiendo la figura del rebelde como una persona feliz. No creo que sea así, pero a veces meterte en aventuras, siendo tan joven y aunque sean un poco disparatadas, puede dar lugar a que tu vida tenga más matices y sea más interesante.

P. 'A finales de enero' es un libro sobre la juventud.

R. En el libro pasa un poco como en la 'Montaña Mágica' de Thomas Mann. Al principio es muy minucioso. Cada mes que pasa cronológicamente el libro se detiene mucho. Poco a poco, a medida que va a avanzando el tiempo, el libro se hace más corto. Al 68 le dedica muchas páginas, pero a conforme va pasando el tiempo hay menos. Como si la vida perdiera cierta intensidad cuando alguien se va a haciendo mayor. Y en el libro ocurre. La vida de Lola va perdiendo intensidad. A medida que el libro avanza es menos minucioso y desde mi punto de vista menos interesante.

P. La juventud parece que condiciona mucho tu vida. Sobre todo cuando tienes unas experiencias vitales tan fuertes.

R. Condiciona mucho y da la impresión falsa de que ha pasado más tiempo. De los 18 a los 23 parece que estuviste más tiempo vivo que de los 23 a los 28. Como si fuera un tiempo más dilatado, provechoso y denso. Después, el tiempo es igual y no es tan fácil de distinguir. Es menos fácil de categorizar o de ubicar. Creo que los años se acaban confundiendo cuando empiezas un trabajo estable.

P. Enrique Ruano, pese a que estaba con Lola, estaba muy frustrado con su amigo Javier Sauquillo.

Una víctima no es directamente una buena persona

R. A Enrique Ruano le ha pasado lo mismo que a muchos jóvenes. Lo que pasa es que se da la circunstancia de que le mataron y las notas de Enrique a su psiquiatra salieron a la luz. Y además que eso fue con Javier, el posterior marido de Lola. Eso da un toque trágico a la historia. Pero hay que tener en cuenta cómo eran los jóvenes en las organizaciones clandestinas. Eran muy intensas y era habitual que la gente se enamoraba. No se distinguía entre actividades culturales, políticas o personales. Que Lola y Enrique acabaran juntos siendo tan guapos y atractivos resulta bastante normal. Pero que Enrique tuviera celos de Javier resulta extraño porque Enrique estaba con Lola. Se entiende porque Javier era una persona que leía y sabía mucho. Sabía mucho de marxismo. Había una especie de competición de la que Javier salía casi siempre victorioso. Enrique poco a poco, no solo por Javier, se fue viendo superado, y acabó cayendo en una especie de depresión matizada. Los dos se admiraban, se querían y eran muy amigos. Javier lo pasó mal con la muerte de Enrique.

P. Escribes que la dignidad de las víctimas no se restituirá convirtiéndolas en mártires.

R. Una víctima no es directamente una buena persona. Ni Enrique, ni Javier ni Lola fueron malas personas, pero por mucho que sus muertes fueran tan desafortunadas eso no les convierte en nada más allá que lo que ellos fueron. El respeto por ellos pasa por contar la verdad y no hacer mitificaciones.

P. ¿En qué momento te das cuenta de que los tres mueren a finales de enero? ¿Cómo han sido siempre los finales de enero de Lola?

R. El título del libro me lo propuso Sergio Suárez. Fue un año después de empezar con el proyecto. No solo los tres habían muerto a finales de enero, sino que también me habían contado que Lola lo pasaba fatal cada vez que la fecha se acercaba. Empezaba a vomitar, prefería estar sola, estaba en una depresión continua, no quería hablar con nadie, se ponía a llorar, se apartaba en el sofá... Los finales de enero para Lola fueron muy trágicos. Que muriera un final de enero no parece casualidad. Quizá sí.

P. ¿Qué papel tuvieron los abogados laboralistas durante esos años?

R. Lola y Javier empezaron siendo abogados laboralistas pero poco a poco se dedicaron al movimiento vecinal. Lola fue una de las pioneras. Dentro de la célula de abogados laboralistas del PCE estaba Manuela Carmena. Los abogados laboralistas tenían una triple función: por un lado representaban a los trabajadores, pero también eran líderes políticos. Y, por último, también tenían una labor interna dentro del PCE. Eran figuras curiosas. También es cierto que se ha mitificado la figura y en que la manera en que lo recuerdan ellos siempre es maravillosa. Seguramente no lo fuera tanto, pero era meritorio.

P. ¿Era normal que en el Frente de Liberación Popular hubiera mujeres?

R. Había muy pocas. Lola, durante un tiempo, fue la única mujer dentro de su entorno. Creo que Marta Bizcarrondo estuvo. El tema de la mujer en el antifranquismo... había mujeres como Pilar Brabo, Manuela Carmena, Cristina Almeida, Paquita Sauquillo... sí tenían responsabilidades, pero la mayoría de mujeres estaban relegadas a un segundo plano en los movimientos antifranquistas.

P. En el atentado de Atocha, Lola era la única víctima mujer.

R. Lola fue la única mujer en muchas circunstancias, tanto en su célula del FLP como en el PCE. Eso determinó muchas cosas. Era muy meritorio que una mujer estuviera ahí, y seguramente respondía a una mujer con una personalidad fuerte porque el entorno era sobre todo masculino.

P. ¿Qué referencias has tomado para escribir este libro?

R. Me fijé mucho en los anteriores premios Comillas, como Jordi Amat. También en autores anglosajones y en la manera en la que escriben biografías, como Paul Preston o Tony Judt, aunque mi historia es muy diferente a la suya. No digo que haya hecho nada parecido, por supuesto. Mi libro no es tanto de un historiador sino de un periodista. Es un libro que quiere ser riguroso pero no pretende ser académico ni tiene ninguna tesis de fondo. Huye de eso. No quiero explicar nada de la Transición, simplemente contar la historia de unos personajes.

P. Tú no eres historiador, pero la gran mayoría de ganadores del Comillas sí. ¿Qué crees que has podido aportar?

R. Una de las ventajas que tiene el libro es que carece de ideas preconcebidas como podían tener los historiadores acerca del tema. Otra es la distancia que da la edad. Lo más habitual es que este libro lo hubiera escribo alguien que hubiera conocido a los protagonistas. Que sea alguien joven y con tanta distancia a los hechos pero que ha conocido a esta generación creo que aporta cierto valor al libro. Al finales de enero es un libro sobre la juventud que lo escribe alguien joven.

P. ¿Consideras que tienen que pasar ciertos años para escribir de una época o de unos personajes?

R. Sí. De eso habla mucho Tony Judt en 'Posguerra'. Todas las incomodidades que produce eso pero hasta cierto punto sea necesario. Creo que está bien que se hable y no hay ningún momento para no hacerlo. Quizá en los ochenta no era el momento, más que nada por las consecuencias prácticas. Habría que diferenciar entre lo que debe hacerse teóricamente, que es sin duda saber la verdad siempre, a lo que prescriptivamente en un momento dado puede hacerse de manera realista. ¿Ahora? Deberíamos hablar de todo. No debería ser un problema para ningún demócrata que la figura de algún político que se ha idealizado pues caiga de ese pedestal.

P. ¿En quién piensas?

R. En Fraga, por supuesto.

P. Parece una especie de tercera vía en el debate sobre la Transición.

El libro es muy crítico con algunas personas de la Transición. De hecho, es una historia triste, no reivindica la Transición. Pero sin embargo, a nivel personal, la Transición no fue ningún fracaso

R. Mi libro no va de eso, pero es una consecuencia inevitable. El libro es muy crítico con algunas personas de la Transición. De hecho, es una historia triste, no reivindica la Transición. Pero sin embargo, a nivel personal, la Transición no fue ningún fracaso. Por eso sí que se crea una tercera vía. Es algo que ha surgido a través del libro, pero yo no pretendía demostrarlo. Pero pensándolo fría y racionalmente, es lógico que ocurra. Hay que ser muy inocente para pensar que la Transición fue un camino de rosas y que la historia de consensos pasó sin ningún problema viendo los datos de los asesinatos tanto de la extrema derecha como sobre todo de la extrema izquierda de ETA. Y en general por ver cómo son los procesos históricos, que son muy complicados y complejos. También me parece una visión manquea y estúpida pensar que la Transición fue un fraude. Teniendo en cuenta los resultados que ha habido. Un español de hoy vive en una sociedad mucho mejor que la de hace 40 años.

P. En el libro enfrentas dos tipos de héroes: Javier y Enrique que mueren jóvenes frente a Lola, que fallece mayor. ¿Por qué el héroe siempre es joven?

R. Es una buena pregunta. Tiene que ver con la concepción del tiempo de nuevo. Cuando se muere joven, todo es esplendor. Y cuando se muere normal, como decía Baltasar Gracián, llegar a puerto no tiene ninguna épica. Si mueres joven todo cambia. Lo que pasa es que Lola, a pesar de morir mayor, murió joven. Le quitaron todas sus esperanzas. Le desbarataron sus sueños, como ella misma decía. La muerte de Lola fue trágica, triste y solitaria. Tras los atentados de Atocha, se convirtió en un mito, pero después decayó. Es muy difícil considerar un héroe a alguien así. Es mucho más fácil ver a un héroe con 21 años, todo lleno de ilusiones, de energía y muy guapo.

P. ¿Fue Lola una víctima de la Transición?

R. Quizá sea la víctima. Hay más. Pero fue una víctima de un tiempo. Ella no hizo nada para merecer lo que ocurrió. Tampoco se arriesgó en particular. Le tocaron unos acontecimientos terribles simplemente por ser antifranquista y porque había gente que, en el caso de Atocha, unos matones decidieron acabar con sus vidas. Eran cosas menores, muy parecidas a las que cualquier joven puede hacer hoy sin que le pase nada.

P. A veces uno nunca sabe si estamos aquí gracias a gente como Lola o su lucha no sirvió para nada.

R. Bueno, no sería tan tajante. Contribuyeron a la liberalización de las costumbres y pusieron en cierto modo al régimen contra las cuerdas. Además, el PCE tuvo un papel relativamente positivo en la Transición. El tema de Atocha sí que parece que contribuyó a que el PCE se legalizara. Pero no, no estamos aquí gracias a Lola. Si tuviera que decir cómo se puede recordar a Lola, sería así: fue una mujer que luchó contra el franquismo, fue valiente y tuvo una vida muy desgraciada.


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