Ahora que se
acerca la conmemoración del 14 de abril, quisiera recordar aquel ideal
republicano de 1931 que pretendía traer instrucción, modernidad y justicia
social en un país de analfabetos, de campesinos y masas urbanas pobres. La II
República cayó víctima de una sociedad caciquil, de sus propios errores de
gestión, de los contubernios políticos, del egoísmo de los partidos y del apoyo
que el banquero Juan March, Hitler y Mussolini prestaron a Francisco Franco
para su levantamiento militar. La España de comienzos del siglo XXI tiene poco
que ver con aquella, y la que veo para el futuro podría ser un país republicano
y federal, como Alemania o Estados Unidos, donde quepan Cataluña o el País
Vasco junto a Canarias o Andalucía.
Cuando hace
poco el New York Times, que no es un periodiquito de andar por casa, publicó
que el Rey Juan Carlos tiene una fortuna personal estimada en 1.800 millones de
euros, nadie se tomó la molestia de rebatir tal información, que no ha sido
objeto de querella por parte de la Casa Real. Y es que los ciudadanos están
cansados del mal olor de la gestión pública, con la sensación generalizada de que
la impunidad se extiende. La falta de confianza se detecta en las encuestas y
en este caldo de cultivo crecen los movimientos sociales alternativos, el
pueblo se está movilizando contra los desahucios, contra los abusos de una
banca ladrona y torticera, contra tanta injusticia. ¿En qué país se desahucia a
una familia que ya no puede pagar su hipoteca y en cambio se le conceden
prórrogas a un Iñaki Urdangarín que se ha comprado un castillete de 8 millones
de euros en la zona más cara de Barcelona? El escandalazo de la imputación de
la infanta Cristina ha sido monumental. ¿Pero no podría ser que todo esto de
“imputar” a la infanta Cristina forme parte de una puesta en escena, una
pantomima que se desvanezca pronto y que, al contrario, esto sea administrado
desde la Casa Real como un motivo para revitalizar su imagen? ¿Y la “huida” de
Urdangarín a los Emiratos Árabes para alejarlo del peligro?
La historia
de España, desde mediados del siglo XIX hasta ahora mismo, ha traído más de una
vez el desgaste de la monarquía y la aspiración de erradicarla, ha soterrado el
debate monarquía/república. El debate ha escondido casi siempre el propio
debate entre el regeneracionismo y el conservadurismo, entre el progresismo y
la ortodoxia, entre el avance social y la permanencia en el modelo de la vieja
España de tintes inmovilistas. La España de 1931-36 era una nación de
aristócratas venidos a menos, anticlericalismo, escasa industrialización y baja
renta. Había pocas escuelas, en Canarias y Galicia la emigración hacia América
era obligatoria. La España de hoy, a pesar de la crisis, es un país europeo que
ha mejorado su nivel de vida y su instrucción. Sus jóvenes tendrán que emigrar
porque no tienen futuro y, en medio de la actual situación económica, las
corrupciones de los políticos y los últimos comportamientos del Rey, tienen la
consecuencia de que el pueblo no confía en sus más altas instituciones. Claro
que, en un momento en que los nacionalismos silban el himno nacional y los
catalanes y los vascos anuncian referéndums para la independencia, hay muchas
cuestiones por abordar. ¿Podría pactarse una reforma de la Constitución del 78
para ir hacia el federalismo que reivindica parte del PSOE como estrategia para
amortiguar los impulsos independentistas?
Está claro
que la monarquía parlamentaria trajo modernidad y mejora social, cierto que el
Rey se granjeó respeto y prestigio pero algunos comportamientos de los últimos
años han introducido una quiebra en su imagen. Sus propios achaques de salud
son una metáfora de la percepción que en estos momentos tiene la institución
entre los ciudadanos. Y la pregunta es doble ¿podría regenerarse la monarquía
si dimitiera Juan Carlos y sube al poder Felipe VI o podría la fórmula
republicana mantener la unidad y la estabilidad de este viejo país llamado
España con tales tendencias separatistas?
Cierto que
el príncipe Felipe tiene buena imagen, y con su juventud podría ser un golpe de
aire fresco para una institución tan tocada por tantos errores. Pero cuanto más
se retrase la abdicación del Rey (y ello no va a producirse) tanto peor será
para la propia monarquía. Pienso que en una futura III República deberíamos
caber todos con dignidad, en una sociedad más justa e instruida, con menos
corrupción y sin más recortes sociales. Libertad, igualdad y fraternidad era el
lema de la Revolución Francesa que siglos después dio pie a la Declaración
Universal de Derechos Humanos.
Luis León Barreto
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