La historia
de las maestras conquenses represaliadas por el franquismo
Teresa Marín, doctora en historia de la
Educación, ha impartido la charla 'Maestras de Cuenca represaliadas por el
franquismo
Las Noticias
27/4/2019 · Francisca Bravo/eldiarioclm.es
Carmen Alarcón
fue maestra en la pequeña localidad de Víllora, de la provincia de Cuenca.
Eusebia Martínez de Castro lo era en San Lorenzo Parrilla. María González lo
fue en Cuenca capital y Cristina Sánchez en Tarancón. Todas, junto a decenas de
docentes, fueron sancionadas por las llamadas Comisiones de Depuración que puso
en marcha el franquismo en toda España. Las sanciones eran muy variadas, pues
iban desde la inhabilitación temporal, la suspensión de empleo y sueldo o la
separación definitiva del cargo.
Teresa Marín,
doctora en historia de la Educación, ha impartido la charla 'Maestras de Cuenca
represaliadas por el franquismo', donde ha desgranado la historia de decenas de
mujeres de la provincia que se sometieron a las comisiones de depuración y a sus
sanciones.
Marín está
especializada en el tema, y de hecho, lideró una investigación desde la
Universidad de Castilla-La Mancha que quería "sacar a la luz" la
situación de la mujer desde la República hasta el fin del franquismo. La
investigación la llevó a publicar el artículo 'Maestras conquenses represaliadas
por el franquismo' en la Revista Añil en 2004.
"Queríamos
sacar a la luz todo lo que había pasado desde la República", recuerda
Marín. Y esto, haciendo especial enfoque en las comisiones de depuración, que
suponían una serie de requisitos del entonces llamado Ministerio de Educación
Nacional, y que se puso en marcha "muy al principio" del régimen
franquista.
"Se retiró
del puesto a todas las personas que habían trabajado en el Estado republicano.
Se quedaban sin destino, sin trabajo", explica la profesora. La lista de
profesionales luego era estudiada para ver si "eran aliadas del régimen o
no".
Habilitadas (o no) para trabajar
La
investigación de Marín señala que las personas de dicha lista tenían que hacer,
cada una, una declaración jurada explicando en "qué bando habían
estado", y si habían colaborado con instituciones como Socorro Rojo o
Amigos de Rusia, "o si eran masones", entre otras características.
Las que eran
habilitadas, "las que eran del régimen", recibían su puesto de
trabajo. Las no habilitadas, "sospechosas de ser republicanas",
tenían que hacer una declaración jurada, en la que explicaban que no habían
contribuido a la República, sindicato o partido de izquierdas, recalca la
profesora.
Esto se hacía a
través de la comisión de solvencia ideológica, que tenía que avalar a las
personas con su declaración jurada. "Normalmente consideraban que la
declaración no era verdadera. Entonces pedían declaraciones a compañeras,
compañeros o vecinos para que acusaran a la persona que iba a ser castigada por
haber sido republicana", explica la profesora. "Se fomentó mucho el
odio, porque la gente veían que podían salvarse acusando a otros",
recuerda.
Estas mujeres
tuvieron que dedicarse a limpiar sus casas, a dar alojamiento a otras personas,
entre otros quehaceres para "no pasar hambre". "No había
violencia como tal, pero bastante violencia es que no podían comer",
afirma Teresa Marín. Y es que, además, el proceso de depuración era "muy
largo" y podía llegar a durar hasta tres años.
La
investigación de la docente recogió un total de 104 casos, además de la
historia de unas 50 maestras que venían de otras partes, y eran forzadas a
mudarse a cuenca. "Esto produjo miedo, no hablaban con nadie, ni siquiera con
su alumnado. Miedo terrible, durante muchísimos años", concluye.
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