Francisco Franco Caudillo del Cielo por la Gracia de
Dios
Tal día como hoy, cada año, sus sempiternos adoradores esperan enardecidos que se produzca el milagro de la resurrección
y una vez más en lugar de sentirse defraudados esperan pacientemente el 20N,
aniversario de la subida al cielo de Francisco Franco, el Generalísimo, aupado por toda la corte celestial compuesta
por ángeles, arcángeles, querubines, etc… Lo sorprendente es que, hasta ahora,
todavía no haya subido a los altares. Su manoseada efigie por el roce en
millones de monedas, debería haber figurado en el “Gloria de Bernini” y
posteriormente ser venerado. No obstante, de fuentes fidedignas, nos ha llegado
cierta información que nos podría
aclarar esta circunstancia.
Parece ser que nada más llegar al cielo, con su
proverbial carisma, se granjeó la amistad de los ministros del Jefe que pronto
le nombraron responsable de su ejército. Lo primero que hizo fue implantar sus
leyes (ya experimentadas en otra ocasión con excelentes resultados) que se
reducían a tres prohibiciones: Ni alcohol, ni misas, ni mujeres. La tropa
quedó sobradamente preparada.
Lo cierto es que al poco tiempo tuvo que
rectificar y lo dejó solamente en dos: Ni
alcohol, ni mujeres. Por tratarse del único Generalísimo que existía en el
firmamento fue ascendido a la diestra de J.C. (el Jefe) en calidad de “asesor
personal”. Craso error porque una vez más el nombramiento no colmó su desatada
ambición personal haciendo florecer de nuevo su felonía retornando a las
andadas dando otro golpe de estado. Otra traición.
Volvió a crucificar al Jefe, encarceló a
sus ministros los Apóstoles y repitió la persecución y la ejecución de todos
los “judeo masónicos rojos y republicanos” que fueron señalados por índices
delatores. Las tapias de los cementerios, las cunetas de todos los caminos del
Edén se vieron inundados de tumbas anónimas improvisadas.
En los billetes y monedas del Paraíso se ha inscrito
la leyenda: Franco, Caudillo del Cielo por la Gracia de Dios y en un
paradisíaco rincón del Edén se ha vuelto a construir (con mano de obra procedente
del Purgatorio e incluso del mismísimo Infierno) otro Valle de los Caídos que
se ha dejado para él solo, cuando le
llegue su hora en la eternidad y los turistas puedan leer un cartelito que diga,
haciendo gala una vez más de la gran modestia que le embargaba: Aquí yace Dios.
Los
de su Fundación, su Familia y los detractores mantienen una pugna encarnecida por los
restos mortales del Caudillo y el
lugar donde cada uno cree debería estar. Angelitos, inocentes angelitos que no
se han enterado que Francisco, Paulino,
Hermenegildo, Teódulo, Franco Bahamonde Salgado-Araujo y Pardo, el “Enviado de Dios hecho Caudillo. Espada del
Altísimo”, 'alto y hercúleo', de 'complexión robusta', de 'voz de hierro', de
'rostro broncíneo', de 'mirada firme' y de 'pulso seguro", aunque nunca
tuviese el valor de salir del “armario”, está en el Cielo y después de armar la
de “Dios es Cristo”, se ha autoproclamado: El
Jefe.
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